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En las últimas décadas, hemos conocido que la cantidad de tiempo que estamos sentados se relaciona con enfermedades crónicas, aumentando el riesgo de mortalidad, diabetes tipo II, enfermedad cardiovascular y algunos tipos de cáncer.

Nos diferenciamos de otros animales por nuestro cerebro, pero ¿Por qué? ¿Lo sabes? Puedes comprobarlo.

El primer número de la sección “Conociendo a” de Fisiosaludable, está destinado al conocimiento del trabajo que ejerce el fisioterapeuta en Atención Primaria.

Para ello destacamos un proyecto de Investigación que se está llevando a cabo con financiación de Sacyl (Sanidad de Castilla y León) y el Colegio Profesional de Fisioterapia de Castilla y León, cuyo objetivo es comprobar los efectos de un programa en neurociencia del dolor, y del ejercicio físico para fomentar la neurogénesis y la neuroplasticidad en pacientes que presentan dolor persistente.

Edición: Elena Chinchón Rivas
Traducción: Soraya Pinel Jiménez

Tipografía

Para responder a esta pregunta, tenemos que conocer el gasto cardíaco, que es la cantidad de sangre que bombea el corazón cada minuto.

Esta sangre pasa del corazón a la arteria aorta, y desde ahí se dirige a través de los diferentes vasos sanguíneos hacia todas las partes del cuerpo.

¿Cómo podemos medirlo? 

Para medir el gasto cardiaco, necesitamos multiplicar la frecuencia cardíaca (número de latidos por minuto) por el volumen sistólico (volumen de sangre que expulsa el corazón, desde el ventrículo izquierdo hacia la arteria aorta, en cada latido).

¿Qué factores influyen?

Algunos factores como el metabolismo, el ejercicio físico, la edad y el tamaño corporal afectan a los valores del gasto cardíaco, que varían mucho con el nivel de actividad del organismo. Sabemos que en los varones jóvenes y sanos el gasto cardíaco  medio en reposo alcanza los 5,6 l/min y 4,9 l/min en las mujeres. En el caso de un adulto en reposo, el valor medio es casi 5 l/min, algo menor que en lo jóvenes.

Esto nos indica que el gasto cardíaco sigue una proporción directa en relación a la actividad metabólica corporal y algunos estudios han demostrado que aumenta en proporción a la superficie corporal, es decir, a mayor superficie corporal tendremos un mayor gasto cardíaco.


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